La Capilla de Santa Catalina en la Catedral de Burgos cuenta con una ingeniosa bóveda estrellada que causa admiración a los visitantes del templo.
Se accede a ella a través de una bella portada policromada en cuyo tímpano se encuentra representado el Descendimiento de Cristo. Las jambas y el dintel aparecen decorados con castillos y leones.
El arzobispo don Gonzalo de Hinojosa encarga la construcción de la capilla en 1316. Desde su terminación y hasta el año 1596 se utiliza como Sala Capitular donde tenían lugar las reuniones del Cabildo.
Cuando el rey Enrique II fallece en Santo Domingo de la Calzada en 1370, antes de ser trasladados sus restos a Toledo, se le hacen exequias en esta capilla.
En los primeros años del siglo XVIII el arzobispo don Manuel Francisco de Navarrete y Ladrón de Guevara ordena la remodelación de la capilla de Santa Catalina para su uso como sacristía.
La dirección de esta obra la lleva a cabo el arquitecto fray Pedro Martínez , benedictino de San Pedro de Cardeña.
Asimismo, el arzobispo Navarrete encarga a Nicolás Cuadra la realización de retratos de obispos anteriores a su prelatura.
A partir de ese momento se colocarán en esta capilla los retratos de todos los prelados de la Diócesis burgalesa, realizados por diferentes pintores a lo largo de los siglos.
Entre todos ellos queremos destacar el del arzobispo Francisco Manso de Zuñiga, obra del gran pintor burgalés Mateo Cerezo.
Pero si algo destaca sobremanera es su bóveda apoyada en ocho grandes arcos con columnas adosadas a los muros sobre artísticas ménsulas.
En dichas ménsulas encontramos representaciones de caballeros entremezcladas con escenas de caza, amor y vasallaje. Además, estas imágenes aportan datos interesantes sobre armas, atuendos y costumbres de aquella época.
No podemos olvidar tampoco citar la magnifica cajonería barroca en madera de peral.